El recital que dieron el 12 de diciembre de 1970 en Nueva Orleans, fue la presentación final de la banda en vivo con Morrison. Se lo veía apagado, antes de comenzar; pero con los primeros acordes, pareció renacer. Las cuatro canciones iniciales no presentaron mayores problemas. Alguien que ya había visto a la banda en vivo hubiera notado que su energía no era la de siempre. En la quinta canción se olvidó la letra. Después empezó a balbucear y hasta le costaba tararear la música. The Doors se convirtió en una banda instrumental. Los otros tres seguían tocando con la esperanza que el cantante se reanimara. Morrison caminó con lentitud, con los hombros vencidos y se sentó en el borde de la tarima de la batería. Con la mirada perdida, se quedó inmóvil hasta que de pronto fue como si alguien hubiera bajado un interruptor. Morrison se apagó. Algunos creyeron que había muerto. La cabeza cayó, su cuerpo tuvo una pequeña convulsión. Sus brazos colgaban laxos al costado del cuerpo. No había caído, sólo porque quedó apoyado en la batería. El público primero lanzó una exclamación asustada; luego las conversaciones y las especulaciones casi tapaban a la banda que seguía tocando. Uno o dos minutos después, John Desmore pasó el pie derecho entre sus tambores y pateó a Jim en la espalda. Eso lo despertó. Se levantó y tomó el micrófono; parecía que la patada había repuesto las cosas a su situación habitual. Pero Morrison masculló algo inentendible y empezó a golpear el pie del micrófono contra el suelo hasta que lo partió en dos. Pateó algunos amplificadores y parecía que iba a romper cada elemento que encontrara a su paso. Un asistente entró al escenario y pasó su brazo por sobre el hombro del cantante. Morrison aceptó el gesto amistoso. Él también lo abrazó y salieron caminando juntos. Esa fue su última actuación en vivo.